(2018, fotografías, vídeo, color, sonido, 5 min.)
Alguien se ha dedicado a pintar la palabra “silenci” en lugares públicos aparentemente muy poco silenciosos. Parece que lo ha hecho con un stencil donde el término –en mayúsculas y en catalán– se ha escrito con un spray de color blanco. No creo que la selección de lugares haya sido arbitraria porque el texto solo se encuentra en puntos donde el sonido es continuo. De hecho, si uno se acerca atentamente, se da cuenta de que son localizaciones ruidosas. Diría que el grafitero no ha impuesto evitar el ruido de estos enclaves de la ciudad. Más bien se ha limitado a señalar puntos estratégicos que merecen ser atendidos. Son enclaves para escuchar silenciosamente.
No son “silencios” marcados para evitar el ruido que se emite sino indicaciones para practicar una escucha atenta. Estos “silencios” trazados en fachadas, muros, mobiliario urbano, ventiladores del metro, postes de electricidad, asfalto, etc. resuenan ruidosamente desplegándose como un mapa sonoro que no necesita grabarse para documentarse. Su perpetua manifestación sónica solo sugiere ser percibida acústicamente por cualquier transeúnte dispuesto a tener una experiencia musical.
De este modo parece que sus fuentes de inspiración sean La Monte Young –que se basó en el sonido de los transformadores eléctricos de las instalaciones telefónicas para elaborar sus propuestas musicales– y el proyecto LISTEN (1966) de Max Neuhaus –dedicado a “enfocar la perspectiva auditiva de las personas” por la calles de Manhattan. Si son indicaciones que delimitan puntos de escucha serían un certero homenaje a John Cage que afirmó rotundamente que el silencio no existe.